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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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12-04-2010

 

 

Julio A. Louis

 

Ubuntu

SURda

 

 

 

Un querido compañero nos recordaba que el humor era una forma de sobrevivir en los Penales de la dictadura fascista. “Me río para no llorar” oímos con frecuencia. En “¡Alerta! Comandos Septuagenarios en acción” (3 de abril) quien escribe ha aplicado esa filosofía. Ya que se ha comparado al Pepe con Mandela (“el Mandela sudamericano” ha dicho el Presidente Correa), ya que el Pepe lee sobre Mandela y según publica “Búsqueda” habría dicho que éste “primero tuvo que convencer a los negros y después a los blancos” (edición del 25 de marzo), conviene que sepamos como actuó Mandela.

Ubuntu, es un concepto de la cultura negra sudafricana cuyo significado es que todos estamos relacionados entre sí, que lo que afecta a uno nos afecta a todos, que no estamos solos en el mundo. Esa inter-relación se traduce en pasión, o también en compasión. Basándose en el “ubuntu”, el régimen de Mandela patrocinó una campaña nacional bajo los conceptos de que “la Verdad es el camino a la Reconciliación” y que “la Verdad nos hará Libres”.

Mandela evitó la venganza de los negros sobre los racistas blancos, que hubiera provocado un baño de sangre, de quienes fueron responsables del ´apartheid' como de quienes no lo fueron. Pero lo hizo con determinados criterios. Se propagó por todos los medios disponibles, que se procedería a amnistiar a quienes dijeran la verdad y justificaran que su conducta obedecía a órdenes recibidas. Así, se formaron en los diversos rincones del país Comisiones de Verdad y Justicia, ante las que se presentaban las víctimas reclamando el conocimiento de la verdad, y los victimarios dispuestos a exponerla como condición previa para aspirar a la amnistía, en sesiones trasmitidas en vivo por radios y canales de televisión. Cada caso se estudiaba en particular y la amnistía se concedía o no. Por dicha Comisión de “Verdad y Reconciliación” -creada en 1996- pasaron 21.800 personas -mujeres y hombres, ancianos y niños, negros y blancos, madres, padres, esposas, hermanos, hijos- y fueron amnistiados 1121 implicados. Se trataba de averiguar la verdad y de evitar “la muerte del olvido”. Así se declararon y reconstruyeron actos horrendos y se logró la catarsis de unos y otros. Las víctimas aliviaron su dolor al saberse comprendidas. Los victimarios expusieron sus angustias y llegaron a confesar públicamente “no puedo vivir, por favor, déjenme reparar el daño causado”. Los victimarios fueron mayoritariamente blancos aunque también los hubo negros. Esto es muy bien presentado en el film “En mi tierra”, coproducción anglo-irlandesa-estadounidense del 2005, dirigida por John Boorman.

En los regímenes latinoamericanos que suceden a las dictaduras de la Doctrina de la Seguridad Nacional, se ha abierto camino a la verdad muy lentamente, en diverso grado según los países. Los ejecutores de la mencionada Doctrina en Uruguay, no han solicitado el perdón a la sociedad, lo que sí han hecho las FF. AA. de Argentina. Lentamente se ha abierto el paso a la Justicia, en limitados casos, pero que han arrojado luz sobre los hechos al pueblo en su conjunto. A su vez, los victimarios han preferido dejar correr el tiempo para ocultar las atrocidades cometidas. Es que el camino iniciado por Sanguinetti es muy diferente al de Mandela. Y nada tiene que ver con Mandela, la pretensión de lograr una extensión de la prisión domiciliaria con el pueril argumento de los 70 años y de las enfermedades incurables.

Si el compañero Presidente insistiera en esa actitud, enfrentará a todos los “negros” (que en Uruguay somos los frenteamplistas y algunos otros) y significaría un profundo desprecio a las resoluciones de la fuerza política que lo llevó a la presidencia y al conjunto del movimiento obrero-popular, con graves consecuencias.

Mujica ha sido electo presidente de la República por el voto ciudadano que aspira a profundizar el avance del pueblo enfrentando al poder del dinero, de las armas y de los medios masivos de comunicación. Con respecto al poder de las armas, en relación a las Fuerzas Armadas, hay buenas condiciones para avanzar. Queremos pensar que muchos honestos integrantes de ellas han asumido que -al haber aceptado las FF. AA. ser piezas del engranaje imperialista, de la Doctrina de la Seguridad Nacional, concluyendo en una feroz dictadura contra todo su pueblo y no sólo contra los tupamaros- el odio, el rencor y el desprestigio alcanzados no serán fáciles de borrar. Y no basta decir, compañero Presidente, la semi-verdad que sus componentes no deben cargar la mochila criminal de sus mayores. Todos queremos que así sea, pero para convertir ese deseo en realidad, tienen que ser esas Fuerzas Armadas las que reconozcan que combatieron a su pueblo. Sólo demostrando valor para ese reconocimiento y cooperando para reconocer los crímenes, excesos, o como quiera llamárseles, darán el gran paso para que se reconcilien con sus agredidos. Mientras tapen a los responsables o cómplices de sus crímenes esa reconciliación no sucederá.

 

 

 
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